Esto no va de política, va de realidad y la realidad es que la gran mayoría de la población desconoce los procesos de producción de alimentos. Garzón solo es un ejemplo, desgraciado, pero sólo uno, de lo que es un desconocimiento generalizado de cómo se producen los alimentos en nuestro país y en el resto del mundo.

Sorprende porque él es el responsable del Ministerio de Consumo, pero casi sorprende más que no exista comunicación entre dos ministerios que deberían estar muy relacionados como Agricultura y Consumo.

La realidad es que lo que algunos llaman agricultura y ganadería tradicional desapareció hace más de 40 años. Ese modelo de producción no existe por razones económicas, demográficas y de bienestar de nuestra escasa población rural. Entre un 80 y un 90%, de los productos que consumimos proceden de ganadería y agricultura intensiva. Pero intensivo no es sinónimo de «mala calidad» como muchos tienen asumido. Los cambios de nuestro sistema agrario han incluido la adopción de los estándares de calidad que demandan los consumidores de la UE. Parece olvidarse que estos estándares son los más altos del planeta, en cuanto a seguridad, salubridad y sostenibilidad.

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